¿Gatopardismo a la inversa?


POR JOSÉ DE LA PAZ PÉREZ   

Juan Salgado Tenorio en 1996 había sido el último priísta –de una larga lista- en ganar una elección para alcalde de Acapulco antes de llegar el cambio de estafeta partidista con Zeferino Torreblanca Galindo; el hartazgo llevó al triunfo al hombre que participó bajo las siglas del PRD, decían algunos; era el sueño del cambio, decían otros.
Después siguieron otros dos triunfos del PRD (Alberto López Rosas y Félix Salgado Macedonio), tras los cuales regresaría a gobernar el PRI encabezado precisamente por aquel que había entrado al relevo como interino de Juan Salgado Tenorio debido al episodio conocido del Huracán Paulina.
Pronto se dieron cuenta los porteños que había sido un error permitir al priísmo regresar a encabezar los esfuerzos para sacar adelante Acapulco, y en las próximas elecciones votaron en su contra para llevar al poder a Luis Walton Aburto, del entonces partido Convergencia por la Democracia.
El cambio real, ese que combate a la corrupción y los viejos vicios de la administración municipal no llegaba; en la siguiente contienda la gente decidió jugársela entonces con un joven e hizo su alcalde a Evodio Velázquez Aguirre; los resultados están a la vista.
En las elecciones del pasado 1° de julio en el ámbito nacional se desarrolló un fenómeno inusual hasta la fecha: los votantes no sufragaron a favor de partido o coalición alguna, sino por un hombre: Andrés Manuel López Obrador, y los votos beneficiaron a un partido llamado Morena, que de pronto amaneció como primera fuerza electoral nacional.
Y esa votación benefició a muchos candidatos, algunos que no hicieron campaña y otros que eran poco conocidos y, hay que decirlo, seguramente en muchos casos los ciudadanos se equivocarían, pero en otros acertarían; los resultados ahí están: Morena, de la mano de AMLO, arrasó.
En uno de esos beneficios colaterales, la figura de Adela Román Ocampo se alza con el triunfo en Acapulco y, al parecer, podría ser de esas eventualidades en donde se acertó en la elección.
La alcaldesa electa ha mostrado, en días previos a que asuma el poder, que las políticas anti corrupción y de austeridad –entre otras características del gobierno que viene- dictadas desde la Ciudad de México por Andrés Manuel López Obrador, serán replicadas en el municipio bajo su administración.
En política se practica el gatopardismo, es decir, cambiar para que todo siga igual. Si las propuestas que Adela Román ha ventilado tanto en foros como en entrevistas con medios de comunicación se comienzan a cumplir, como parece y esperamos, estaríamos ante un gatopardismo a la inversa: cambiar para que nada siga igual, intento que hizo Zeferino Torreblanca en su momento pero que no terminó por cuajar.
Uno de estos dardos anti corrupción parece estar lanzado ya contra Evodio Velázquez, acusado recientemente de haber otorgado base laboral a empleados de confianza, amigos y familiares, beneficio que no ha dado a otros que llevan hasta 20 años trabajando y que ya lo merecen por su carácter de supernumerarios o empleados de lista de raya.
La futura alcaldesa ha dicho que si hubo irregularidades, es decir, si se violó la ley, habrá consecuencias
“No les vamos a fallar” ha sido una de las consignas de López Obrador, quien pretende, de acuerdo a sus dichos, pasar a la historia como Juárez o Cárdenas, por lo que está claro que no habrá margen de error posible en su gobierno; ese mismo lema es manejado por Adela quien, al parecer, no pretende desperdiciar el momento histórico de gobernar al mismo tiempo que ese hombre que pretende la cuarta transformación de la República.
Gatopardismo a la inversa en México y en Acapulco… ¿Será por fin posible?

ARTÍCULO PUBLICADO EN LA JORNADA GUERRERO DEL 19 DE AGOSTO DE 2018 PÁGINA 7
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