POR JOSÉ DE LA PAZ PÉREZ
No vienen de otro planeta, ni son el resultado de un accidente científico que los convirtió en seres con poderes especiales; no llegan volando para salvar a la gente indefensa, ni colgados de telarañas o lianas; no son elásticos, ni de fuego, ni súper musculosos, mucho menos adoptan personalidad animal o de algún ente creado en la oficina de un escritor.
No se enfundan en vistosos ropajes cuya réplica es vendida al por mayor en las tiendas de disfraces; eso sí, utilizan una vestimenta que los caracteriza cuando acuden a salvar vidas humanas reales: el traje de aproximación al fuego.
Son los bomberos, superhéroes de carne y hueso, tan humanos como cualquiera, que día a día arriesgan –literalmente- su vida a cambio de salvar las de otros.
Son los personajes que, al escuchar el sistema de alarma, sin pensar dejan su descanso e incluso dejan de comer para, lo más pronto posible, deslizarse por el inconfundible tubo metálico que los acerca hasta el camión que habrán de abordar en segundos para salir de inmediato a una misión más de proteger vidas y bienes materiales.
Si separamos a los héroes de los superhéroes, diremos que los primeros son de carne y hueso, tienen valor y valores, ideales con que enfrentar injusticias y combatirlas, pero son vulnerables físicamente al igual que el resto de las personas que defienden (sufren heridas, sienten dolor, etc…), en cambio, la mayoría de los superhéroes resisten más allá de lo humano porque simplemente no son humanos, sino ficción.
La excepción a la regla son los bomberos quienes, siendo humanos, resisten más allá que cualquiera el contacto con el humo y la cercanía con el fuego y cualquier peligro; trabajan más horas que cualquier asalariado y en muchas ocasiones lo hacen sin cobrar un solo peso cuando participan en las labores de salvamento en calidad de voluntarios.
Los superhéroes de ficción tienen su vida económica resuelta y además llevan consigo todo el equipo necesario para cumplir su tarea: lanza telarañas, cuerpo de acero o de fuego, escudos contra todo, etc… Muchos bomberos en México no cuentan ni con suficiente material para cumplir medianamente la misión: camiones, mangueras y extinguidores en buen estado, casco para el fuego, guantes, aparatos de respiración, botas adecuadas, en fin.
Aunado a lo anterior está la mínima importancia que las autoridades procuran a su actividad, autoridades que sólo en días especiales les llaman sospechosamente “héroes anónimos”, quizá por aquello de que no los ven a la hora de repartir el presupuesto, ese que muchas veces llega a oficinas ociosas llenas de burócratas que ni para atender al público se dan tiempo o de plano ni siquiera se paran en sus oficinas y sólo llegan vía “aérea” a cobrar sus quincenas.
Cuando éramos niños veíamos más allá de las limitaciones de estos superhéroes, a quienes también se les conoce como “tragahumo”, y soñamos con ser bomberos, sueño que a la mayoría se nos fue diluyendo conforme crecíamos y que sólo persistió en unos cuantos, entre aquellos que realmente empatizan con quienes están en peligro y a los que quieren ayudar.
La diferencia entre los bomberos y la mayoría de los humanos es que, cuando ellos se percatan de que alguien está en peligro, la adrenalina corre por sus venas, el nerviosismo aflora con la misma intensidad que las ganas de ir al rescate de una persona, una mascota, algún bosque, etc… a los demás nos da igual, o simplemente nos alejamos del peligro, nos ponemos a salvo si estamos en riesgo.
Los bomberos no sólo apagan fuego, también auxilian en accidentes de tráfico, rescatan mascotas y a personas a punto de caer por accidente o porque amenacen con suicidarse, aplican primeros auxilios, hacen rescates acuáticos, manejan residuos peligrosos, ayudan en derrumbes u cualquier tipo de siniestro como terremotos, huracanes, etc… y por eso la importancia de tener un equipo de trabajo del cual no disponen en la mayoría de los casos.
El pasado miércoles 22 de agosto se conmemoró en México el Día Nacional del Bombero y, como es tradición y costumbre, los discursos bien elaborados, la retórica pues, estuvo presente en las esferas nacionales y locales del gobierno en sus tres órdenes; se destacaron sus dones, su entrega, su profesionalismo; les ofrecieron un banquete, un baile con música en vivo… y, al otro día, la vuelta a la realidad, a trabajar con lo que se pueda y se tiene; a arriesgar su vida a cambio de ingratitud y olvido. Nuestros respetos para los únicos superhéroes de carne y hueso.
Son los bomberos, superhéroes de carne y hueso, tan humanos como cualquiera, que día a día arriesgan –literalmente- su vida a cambio de salvar las de otros.
Son los personajes que, al escuchar el sistema de alarma, sin pensar dejan su descanso e incluso dejan de comer para, lo más pronto posible, deslizarse por el inconfundible tubo metálico que los acerca hasta el camión que habrán de abordar en segundos para salir de inmediato a una misión más de proteger vidas y bienes materiales.
Si separamos a los héroes de los superhéroes, diremos que los primeros son de carne y hueso, tienen valor y valores, ideales con que enfrentar injusticias y combatirlas, pero son vulnerables físicamente al igual que el resto de las personas que defienden (sufren heridas, sienten dolor, etc…), en cambio, la mayoría de los superhéroes resisten más allá de lo humano porque simplemente no son humanos, sino ficción.
La excepción a la regla son los bomberos quienes, siendo humanos, resisten más allá que cualquiera el contacto con el humo y la cercanía con el fuego y cualquier peligro; trabajan más horas que cualquier asalariado y en muchas ocasiones lo hacen sin cobrar un solo peso cuando participan en las labores de salvamento en calidad de voluntarios.
Los superhéroes de ficción tienen su vida económica resuelta y además llevan consigo todo el equipo necesario para cumplir su tarea: lanza telarañas, cuerpo de acero o de fuego, escudos contra todo, etc… Muchos bomberos en México no cuentan ni con suficiente material para cumplir medianamente la misión: camiones, mangueras y extinguidores en buen estado, casco para el fuego, guantes, aparatos de respiración, botas adecuadas, en fin.
Aunado a lo anterior está la mínima importancia que las autoridades procuran a su actividad, autoridades que sólo en días especiales les llaman sospechosamente “héroes anónimos”, quizá por aquello de que no los ven a la hora de repartir el presupuesto, ese que muchas veces llega a oficinas ociosas llenas de burócratas que ni para atender al público se dan tiempo o de plano ni siquiera se paran en sus oficinas y sólo llegan vía “aérea” a cobrar sus quincenas.
Cuando éramos niños veíamos más allá de las limitaciones de estos superhéroes, a quienes también se les conoce como “tragahumo”, y soñamos con ser bomberos, sueño que a la mayoría se nos fue diluyendo conforme crecíamos y que sólo persistió en unos cuantos, entre aquellos que realmente empatizan con quienes están en peligro y a los que quieren ayudar.
La diferencia entre los bomberos y la mayoría de los humanos es que, cuando ellos se percatan de que alguien está en peligro, la adrenalina corre por sus venas, el nerviosismo aflora con la misma intensidad que las ganas de ir al rescate de una persona, una mascota, algún bosque, etc… a los demás nos da igual, o simplemente nos alejamos del peligro, nos ponemos a salvo si estamos en riesgo.
Los bomberos no sólo apagan fuego, también auxilian en accidentes de tráfico, rescatan mascotas y a personas a punto de caer por accidente o porque amenacen con suicidarse, aplican primeros auxilios, hacen rescates acuáticos, manejan residuos peligrosos, ayudan en derrumbes u cualquier tipo de siniestro como terremotos, huracanes, etc… y por eso la importancia de tener un equipo de trabajo del cual no disponen en la mayoría de los casos.
El pasado miércoles 22 de agosto se conmemoró en México el Día Nacional del Bombero y, como es tradición y costumbre, los discursos bien elaborados, la retórica pues, estuvo presente en las esferas nacionales y locales del gobierno en sus tres órdenes; se destacaron sus dones, su entrega, su profesionalismo; les ofrecieron un banquete, un baile con música en vivo… y, al otro día, la vuelta a la realidad, a trabajar con lo que se pueda y se tiene; a arriesgar su vida a cambio de ingratitud y olvido. Nuestros respetos para los únicos superhéroes de carne y hueso.
ARTÍCULO TOMADO DEL PERIÓDICO LA JORNADA GUERRERO