José de la Paz Pérez
*En una comunidad serrana los niños sólo aspiran a cursar la Primaria, remotamente la Secundaria *“Yo me quedo aquí en mi pueblito, con mis vacas…” *No hay escuela, sólo un maestro del Conafe que atiende todos los grados *El sueño: “Tal vez de esta comunidad salga una persona muy importante para México"
Publicado originalmente el 6 Septiembre 2018
Van a dar las 9 de la mañana. Un grupúsculo de niños de distintas edades cruza un arroyo apoyándose de vez en cuando unos a otros; pronto vendrán las lluvias y esto se pondrá muy difícil de transitar. Unos minutos después llegan al “templo del saber” del pueblo, aún somnolientos pero entusiasmados.
No hay una escuela como tal, ni timbre que apure su llegada; sólo hay un salón de clases de madera que da cobijo a todos los alumnos, de 1° a 6° grado, y un solo Líder para la Educación Comunitaria, como lo llama el Conafe (Consejo Nacional de Fomento Educativo), o maestro, como lo llaman los niños y pobladores, y como lo llamaremos en adelante, pues su labor es prácticamente la docencia, y algo más.
Tras dejar sus útiles escolares en el salón de clases, salen a hacer una actividad físico-recreativa “para que terminen de despertar”, que puede ser una “reta” de futbol o volibol. A las 9:15 de la mañana comienzan las clases formales.
Uno de tantos lugares en la lejanía
Todo esto ocurre en uno de tantos pueblos que existen alejados de las cabeceras municipales.
La Higuerita es una localidad localizada en la sierra del municipio de Coyuca de Catalán, región de Tierra Caliente del estado de Guerrero, a 1443 metros sobre el nivel del mar, de acuerdo al portal pueblosamerica.com; por su ubicación, es más fácil llegar hasta ese lugar desde el municipio de Petatlán, región de Costa Grande.
Quien vive en la ciudad no puede imaginarse que existan pueblos con sólo cuatro casas, como La Higuerita; igualmente, quienes viven en lugares como éste no se imaginan lo que es una ciudad o lo que hay en ella. Sus habitantes, particularmente los niños, ignoran cosas tan simples como lo que es un taxista, un mesero o un buzo, por decir algo más complicado.
Los jefes de familia de estas cuatro casas de La Higuerita en su oportunidad solicitaron al Conafe un maestro que al menos enseñe a leer, escribir y hacer cuentas a sus hijos, ya que, por el bajo número de probables alumnos es imposible que la SEP proporcione educación formal mediante una escuela y profesores para cada grado. En estas condiciones, la educación Secundaria aquí es impensable.
Una vez que el Conafe asignó el servicio de un Líder para la Educación Comunitaria, se firmó un convenio o contrato, en donde los padres de familia se comprometen a dar hospedaje, alimentación y seguridad al maestro, quien al llegar a la localidad debe asegurarse quién se va a hacer cargo de cada cosa y bajo qué términos va a funcionar.
“En el caso del hospedaje, como ya había un cuarto en la escuela, se especificó que yo dormiría aquí todo el año. Respecto a la alimentación, como en esta comunidad hay cuatro familias, se acordó que cada familia me la proporcionaría durante una semana, y después otra, y así sucesivamente hasta completar el mes”, relata Isaac de la Paz García, el enviado del Conafe para atender a los alumnos de La Higuerita.
Y agrega que sobre la seguridad “ellos te guían respecto a dónde puedes o no puedes ir y a qué horas, y te alertan si hay peligro por animales que puedan atacarme; a veces les digo que voy a salir a caminar y me dicen si puedo y a dónde”.
Maestro en un mes
Isaac es licenciado en Ecología Marina, egresado de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), y para tener acceso a una beca de tres años para estudiar su Maestría, aceptó dar este servicio durante un año.
De pronto algo cambió: “Yo creí que simplemente iba a cumplir con un rol, que era estar aquí un año de servicio, pero ahora siento que he logrado más que cumplir un servicio, porque me he dado cuenta que los niños, no sé si por causa mía, de repente aspiran a querer conocer más, como que tienen de pronto hambre de conocimiento; es algo muy emocional, que me mueve, y lo que más me ha movido han sido los vínculos emocionales que he creado con mis alumnos, son vínculos que no creías que ibas a lograr; me mueve que ellos de repente dicen que quieren ser como tú; me dicen: oiga maestro, a mí me gustaría estudiar lo que tú estudiaste, me gustaría ser un ecólogo marino; esto, a pesar de que ellos conocen muy poco, o nada, de lo que esto significa”.
Isaac atiende en un solo salón de clases a niños de los seis niveles de primaria al mismo tiempo, aunque bajo este sistema se maneja por tres: Nivel 1, que equivale a primero y segundo año; nivel 2, que es tercero y cuarto, y nivel 3, que es quinto y sexto.
Se utilizan sólo cinco libros en total para todos los niveles, y el maestro va guiándolos de acuerdo a los conocimientos que tienen y a su inquietud por aprender de ciertos temas, pues se trata de un sistema muy distinto al tradicional.
-Si no eres un profesor ¿cómo es que das clases a alumnos de 1° a 6° grado?
-Nos capacitaron un mes en el programa que se llama El ABCD (Aprendizaje Basado en la Colaboración y el Diálogo), que te dice que tú ya no eres el maestro; aquí no se trata de llegar, dar clases en el pizarrón y el que aprendió bien y el que no ni modo; aquí uno llega al salón, los alumnos eligen un tema, y tú los vas encaminando conforme te van pidiendo más información; la idea es que tú debes crear dudas en ellos y ellos sigan preguntando y aprendiendo. Y así se atienden de acuerdo al nivel en que están. Si hay dudas, consultamos libros de texto, como el que se usa en escuelas de la SEP, y que están en la biblioteca sólo para consulta.
Aparte de los libros que utiliza el maestro, y los que hay en la biblioteca, el Conafe provee a los alumnos de material didáctico como libretas, colores y lápices; al maestro le proporciona cartulinas, plumones, tijeras, entre otros materiales, con que trabaja en equipo con los educandos.
La rutina de un maestro del Conafe, como Isaac, es la siguiente: Se levanta a las 7 de la mañana para hacer su aseo personal y barrer el patio; media hora antes de que inicien las clases se dirige hacia una de las casas de la comunidad en donde almuerza; regresa para recibir a los alumnos que tomarán su clase a partir de las 9 de la mañana. Para comenzar la jornada del día “hacemos actividades para que los niños despierten, alguna dinámica física como echar la “reta” de futbol o volibol, actividad que no dura más allá de 15 minutos; posteriormente les leo un cuento o ellos lo hacen en ocasiones. Después comienzan las clases formales o Estudios de las Unidades Académicas. Más tarde viene el receso, tras el cual volvemos al salón a hacer otras actividades finales; a las 2 y media de la tarde concluimos”.
Es la hora de la comida y el maestro acude a la misma casa donde almorzó; a las 3 de la tarde regresa a la escuela para hacer el aseo: barrer y limpiar bancas; también prepara el material para el siguiente día: qué va a hacer, cómo lo va a hacer y a qué horas; esto le lleva unas dos horas.
Como a las 5 de la tarde ya está libre y se dedica al menos una hora a leer algún libro, a practicar música o alguna otra actividad. En este lugar no hay mucho en qué matar el tiempo.
“A las 6 de la tarde me bajo a lavar mi ropa al río; a eso de las 7 de la noche regreso para ir a cenar, a la misma casa donde tomé los dos anteriores alimentos; al concluir regreso a la escuela, ya está oscureciendo, y como en esta comunidad no hay energía eléctrica, ya casi estoy acabando mi día; enciendo una lámpara que tengo de luz solar y me pongo a leer otro rato o hago alguna otra actividad, como el ejercicio, por ejemplo. A las 9 de la noche estoy listo para dormir lo suficiente como para levantarme de nuevo a las 7 de la mañana del otro día”.
Dos mundos distintos
En la ciudad, cuando una escuela requiere de mobiliario acude a la SEP, a la SEG o bien ante autoridades municipales para solicitarlo. En las apartadas comunidades es distinto debido al principal problema que es la distancia entre estos lugares y las cabeceras municipales.
Por eso, en La Higuerita se trabaja por medio de los Proyectos Comunitarios, en los cuales todos participan para solucionar problemas del plantel mediante el establecimiento de metas anuales.
-¿Qué has hecho en estos meses aparte de capacitar a tus alumnos?
-Cuando yo llegué había una letrina en donde los alumnos hacían sus necesidades fisiológicas, algo peligroso en materia de salud, incluso para los ríos. Entonces nos trazamos la meta de hacer un baño que contara con su propia fosa; también construimos mesas porque las que había eran insuficientes porque los alumnos trabajaban amontonados y en ocasiones peleaban por el espacio. Los padres también participan en otras actividades, como la conmemoración de fechas importantes, juegos, etc…
En la ciudad usar un celular es una necesidad; en localidades como La Higuerita ni siquiera es una posibilidad; en la ciudad es posible ver televisión las 24 horas del día, en La Higuerita, si acaso pueden ver dos o tres horas de programación, lo que dura una batería que durante el día se carga con energía solar. “Por medio de ello se dan una idea de lo que es el mundo allá afuera. Pero una telenovela, una serie, una película, ni siquiera te da una pizca de la realidad, lo que es el mundo; entonces, cuando yo les platico que fui con mis amigos a la playa, que fuimos a bucear, entonces de repente ellos preguntan: ‘¿qué es buceo?, si tú te la pasas debajo del agua ¿cómo le haces para respirar?’, y pues les platico que hay un tanque con oxígeno y que así es posible hacerlo”, relata el maestro comunitario.
En la ciudad se habla de globalización, y por medio de la Internet, por ejemplo, sabemos que existe algo más allá de nuestro entorno local y nacional, incluso más allá de nuestro planeta; pero la visión del mundo de los niños de La Higuerita es muy pequeña; solamente viven su realidad que es su comunidad; no saben qué tipo de servicios existen en otros lugares: no saben que hay taxistas, no saben que hay meseros, hoteles; no saben qué es un administrador, un poeta, un pintor, un fotógrafo o un ecólogo marino, como es el caso del maestro. “Me dicen: ‘Tú eres licenciado en Ecología Marina ¿y eso qué significa?, ¿qué es un licenciado?, ¿quieres decir que aparte de la Secundaria hay algo más?’ Les digo que hay una Preparatoria, después una Licenciatura, una Maestría. etc… Y me dicen: yo creí que aquí acababa todo. Aspiran sólo a aprender a leer, escribir y hacer cuentas”, expresa con cierto desencanto.
La otra recompensa
Isaac espera volver a Acapulco al concluir el año escolar para enseguida buscar hacer la Maestría en Ecología Marina, financiada por el Conafe; esa es la recompensa por el servicio prestado a la comunidad, pero, lejos de lo que esperaba en un principio, se lleva otra recompensa.
El vínculo emocional del que hablaba Isaac al principio, establecido con los alumnos, se refleja cuando, cabizbajo, relata: “Les he preguntado a qué aspiran, y me dio mucha tristeza que uno de ellos me dijo: No pues, yo siento que nomás hasta aquí… yo ya me voy a quedar aquí; yo ya con esto… me quedo aquí en mi pueblito, con mis vacas…”
Sin embargo, reconoce que hay quienes le han manifestado la idea de salir de aquí y prepararse, ser quizá un ecólogo marino, pues se inspiran en el maestro que de momento los está atendiendo y con quien se identifican.
-¿Crees que en un año dejarás un legado para estos alumnos?, ¿que serán diferentes a como los encontraste?
-Siento que si acaso dejo un legado, será que algunos aspiren a conocer nuevas cosas; que no tengan miedo de enfrentar la realidad, de conocer otras cosas, de estudiar más; porque ellos ya saben que hay algo más que puede, incluso, ser mejor a lo que conocen; claro, les he dicho que no todo es color de rosa en la ciudad; aquí en el pueblo, si no trabajan, de cualquier manera tienen para comer, porque ellos siembran lo que están comiendo; y les digo que en la ciudad hay muchas oportunidades, pero también, si no sabes moverte, trabajar, quizá no tengas ni para comer.
-¿Cómo te tratan los padres de familia, los habitantes de La Higuerita?
-Es algo muy gratificante el hecho de que te digan en la comunidad: me da mucho gusto de que estés aquí porque mis niños llegan a la casa emocionados, llegan contentos, con ganas de hacer tarea, porque incluso no les dejo tarea en sí, pero les dejo que hagan trabajos de caligrafía, o algo así, pero dicen los padres que ellos llegan emocionados a hacer su tarea, y a contar su día a día: que el maestro hizo esto, o jugamos, o hicimos aquello.
Para estos momentos, Isaac dejaba ver una sonrisa de nostalgia, de saber que pronto se iría de este lugar y que no volvería a tener cerca a niños que no sólo le confiaron su aprendizaje, sino que ya le estaban entregando su amistad, cariño y su amor. “Me dicen: ‘maestro, yo quisiera que tú nunca te vayas’; son cosas que te mueven. ¿Cómo es posible que en menos de un año ya los niños te quieran, te abracen, te lleven flores, y te digan que eres el mejor maestro que ha llegado?”
La nostalgia arreció en su rostro, quizá la tristeza lo embargaba y la emoción quiso hacer brotar una lágrima que se contuvo, que nunca salió: “Tal vez al otro año tú ya no seas el mejor maestro (para los niños) pero siento que la labor que uno hace aquí vale mucho la pena, y que tú tienes en tus manos realmente el mover la mentalidad de esos niños; tal vez de esta comunidad salga una persona muy importante para México, pero depende mucho de ti también: de tu entusiasmo, de lo que les digas, de lo que tú les hagas sentir a ellos, y siento que es lo que más me mueve, lo que me dicen ellos y lo que yo quiero para ellos, aparte de que aprendan, que haya algo que les mueva a buscar en su vida algo más”, concluye Isaac de la Paz García.