José de la Paz Pérez
*El caso de la diputada Celeste Mora Eguiluz, que del PRD se suma a la bancada morenista en el Congreso Local, despertó todo tipo de reacciones a favor y en contra *No es el único caso de adhesión al partido que domina el mapa político.
Publicado originalmente el 17 de septiembre de 2018
Cuando las cifras del pasado 1° de julio eran irreversibles en Acapulco a favor de la candidata a alcaldesa, Adela Román Ocampo, sólo algunas decenas de personas llegaron, a eso de la medianoche, al Zócalo de Acapulco para festejar el triunfo anticipado.
Días antes, se manejaba con insistencia que quien ganaría las elecciones sería el candidato del PRI, Ricardo Taja, porque su campaña “hizo mucho ruido”; por eso muchos se fueron a dormir temprano, creyendo que al otro día verían en la TV, o en algún otro medio, la noticia que confirmara lo que se creía.
Hay que decirlo, muy pocos creyeron que Adela iba a ganar.
Días después, cuando la presidenta electa acudió a recibir su constancia de mayoría, ahí sí llegó mucha gente que anduvo apoyando a otros candidatos y que ahora decía: “siempre confié en que ganaría”, “siempre estuve contigo”, palabras más, palabras menos.
A partir de que los resultados electorales dejaron a la vista el nuevo mapa político, muchos son los que se han acercado a Morena para manifestar su “adhesión” al proyecto. Antes de los comicios lo hicieron algunos otros que sí se la jugaron cuando había incertidumbre sobre los resultados.
A quienes lo han hecho antes y después de las ya míticas elecciones los han calificado de todo: oportunistas, chapulines, convenencieros, traidores, etc…
LA DIPUTADA MORA EGUILUZ
A inicios del mes, el martes 4 de septiembre para ser más exactos, Servando de Jesús Salgado, del PT, se sumó a la bancada de Morena, con lo que se consiguió unificar la mitad de curules; el jueves 6 hizo lo propio la diputada Celeste Mora Eguiluz, quien llegó al cargo bajo las siglas del PRD, y con cuya acción logra que Morena y sus aliados logren la mayoría absoluta de 50% más uno.
Nadie dijo nada acerca de la decisión del petista, pero sí de la perredista.
Parte de esta ola de reacciones hacia Celeste tiene su raíz en los últimos ataques que ha recibido la familia encabezada por Martín Mora Aguirre y Guadalupe Eguiluz Bautista, a quienes les han llamado caciques de la Tierra Caliente por el hecho de que en los últimos años han dominado los comicios en Tlalchapa, primero, y ahora incursionando en la región con el triunfo en la diputación local del distrito 18.
DE CACIQUES A CACIQUES
Corría el año 2002, el último del periodo del alcalde Norberto Albarrán en Tlalchapa; con él se contaban unos 24 presidentes municipales que habían gobernado este apartado y rezagado municipio, rezagado por las malas administraciones de priístas como Abel García, Francisco Alarcón e Hilario Salazar, los antecesores de Norberto.
Guadalupe Eguiluz Bautista se preparaba para contender por la alcaldía buscando romper la hegemonía del PRI y buscando que el PRD gobernara por vez primera este municipio, con el ingrediente extra de que quien aspiraba al cargo era una mujer.
Luego de una campaña épica y encarnizada –quien esto escribe fue testigo- Lupita Eguiluz, como le han llamado quienes le manifiestan su cariño, se alzó con la victoria, y desde entonces comenzó a escribirse otra historia de Tlalchapa.
La administración del priísta Norberto Albarrán no dejó ni un alfiler para trabajar: máquinas de escribir, documentación contable, sillas, etc… habían desaparecido. Eguiluz Bautista comenzó de cero y aprovechó para olvidarse de las máquinas de escribir para introducir por vez primera las computadoras en la administración municipal. También tuvo el Ayuntamiento su primer portal web, el primero también entre los municipios calentanos.
Después de Eguiluz Bautista llegó al poder Epifanio Serrato Sánchez, situación que le ganó algunos reproches, aunque velados, porque se trataba de su compadre. En la siguiente oportunidad Eguiluz compite de nuevo y pierde ante el panista Lorenzo Galindo; era la influencia de Vicente Fox, dijeron en el ambiente político.
En la siguiente elección Guadalupe Eguiluz compite con fuerzas renovadas y gana; tres años después su hija Amalia Mora Eguiluz va como candidata del PRD y obtiene el triunfo; de aquí surgen con fuerza las críticas sobre el nacimiento de un cacicazgo, el del llamado Clan Mora-Eguiluz.
En las elecciones del pasado 1° de julio una hermana de Amalia Mora Eguiluz, aún alcaldesa, Celeste, se convierte en diputada local, y el padre de ambas, Martín Mora Aguirre, en presidente electo de Tlalchapa.
Los Mora Eguiluz lucharon contra los caciques del PRI que siempre gobernaron pero que nunca llevaron progreso a su municipio; hoy se levantan voces, de priístas incluidos, de que existe una nueva clase caciquil.
Cuando se les ha preguntado respecto a que si realmente son caciques, han tenido invariablemente una respuesta: “Si ayudar a la gente es ser caciques, sí somos caciques”, dicen amparados seguramente en sus gestiones que les respalda, porque en poco tiempo, hay que decirlo, Tlalchapa se ha transformado, ha mejorado, y eso nadie se los puede regatear.
Y hay que decirlo –a esto queríamos llegar- que la familia Mora Eguiluz siempre simpatizó con los ideales de Andrés Manuel López Obrador, desde que éste militaba en el PRD, por lo que la adhesión de la diputada Celeste estaba contemplada simplemente porque la familia comparte ideales con Morena y la Cuarta Transformación de México que busca de la mano del aún presidente electo, una vez que sea constitucional.