1° de julio, el día que AMLO dividió a los mexicanos


José de la Paz Pérez

El 2 de julio de 2000 fue sin duda un día histórico: por primera vez en la historia el PRI pierde las elecciones para presidente de México, y se alza con el triunfo Vicente Fox Quezada, de la Alianza por el Cambio (PAN-PVEM). 
Los mexicanos se dividieron entre priístas y anti priístas, y ganaron los segundos. Fue día de festejos porque se logró lo que parecía misión imposible, empero, la alegría terminó pronto porque los hechos nos ubicaron en la realidad: hubo un cambio de siglas, pero no fondo.
Tras 12 años en los que el PAN estuvo en el poder, y otros 6 del PRI tras un sui géneris regreso, finalmente llega el 1° de julio de 2018, fecha en que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se convierte no sólo en el 65° presidente electo de México, sino en el hombre que impulsa además un cambio de régimen, más que de partido en el poder.
Los mexicanos se dividieron este día en “más de lo mismo”, representado por el PRI y el PAN, y un gobierno que represente por vez primera a los pobres, a las mayorías.
Hoy han pasado dos años desde aquella fecha histórica en que por vez primera un partido con vocación de izquierda logra el triunfo, hazaña que no pudo hacer el PRD, instituto político que impulsó importantes cambios en la política del país desde su fundación, pero cuyos dirigentes y políticos, ya enquistados en el poder, finalmente olvidaron su esencia y se entregaron a la vida fácil que da ser parte de un sistema corrompido que nunca tuvo la intención de cambiar para bien del pueblo.   
El aniversario segundo del triunfo de AMLO, este 1° julio de 2020, coincide con la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC, antes TLC), cuyas negociaciones comenzó el gobierno del priísta Enrique Peña Nieto, y concluyó el de López Obrador, firma del cual muchos dudaron que se efectuaría.
Y sí, tienen razón sus detractores: hoy se cumplen dos años desde que AMLO dividió al país, a los mexicanos.
Sí, pero se trata de una división más, porque a lo largo de la historia los mexicanos hemos estado divididos de acuerdo a los intereses de los gobiernos en turno, la mayoría de los cuales impulsaban y protegían a una pequeña fracción: a los ricos, a los poderosos.
Entonces los mexicanos hemos estado divididos entre ricos y pobres, pero el gobierno procuraba a los primeros, les proveía lo necesario para que crecieran de manera exponencial a costa de que los pobres fueran más pobres, a los que nunca vio ni escuchó, sólo utilizó.
Hoy AMLO impulsa una política de bienestar y justicia social que beneficie primero a los que menos tienen, a esos que habían estado olvidados por décadas, “Primero los pobres” decía en su campaña electoral, y hoy lo aterriza en acciones concretas de gobierno.
También ha iniciado una lucha contra la corrupción y la impunidad, y ha echado a andar la práctica de su austeridad republicana, la cual tiene la intención de evitar que se siga saqueando al país, pero también que no se derroche el dinero desde el interior del gobierno.
Y todas estas acciones han generado una división en el país, por eso, al igual que sucede en todos gobiernos, AMLO tiene a sus detractores manifestándose todos los días, ya sea en redes sociales, en la prensa o en las calles.
Pero la diferencia es que ayer eran las mayorías, el pueblo, el que se manifestaba en contra del gobierno que no lo volteaba a ver.
Hoy quienes protestan son las minorías, políticos defenestrados y sin privilegios, periodistas acostumbrados a cobrar enormes sumas de dinero sin justificarlo con trabajo, empresarios que no pagaban impuestos o que recibían millonarios contratos a cambios de moches y de entregar obras de mala calidad o inconclusas.
Sí, AMLO dividió a los mexicanos: por un lado los pobres, las mayorías, que hoy son apoyados con programas gubernamentales que buscan su bienestar; por otro lado, quienes están molestos porque dicen que destinar dinero al pueblo es como tirarlo a la basura, como si no hubiera sido un desperdicio tirar los millones con que se apoyó a unos cuantos en el caso del Fobaproa, deuda que los mexicanos, por cierto, seguimos pagando.
“El que no tranza no avanza”, “Ayúdame a ayudarte”, “¿Cómo nos arreglamos?”, “No importa que robe, pero que salpique”, “No quiero que me den, sino que me pongan donde hay”, son parte de esa realidad a la que estábamos acostumbrados y que pocos se atrevían a pensar que se acabaría, y que hoy AMLO busca desaparecer del vocabulario dentro del servicio público.
Son inercias fuertes, son resistencias al cambio positivo, por eso es que hacen tanto ruido siendo tan pocos, pero el Presidente lo ha dicho: No hay vuelta atrás, la Cuarta Transformación va aunque nos dividamos entre quienes quieren que las cosas se hagan como se deben, y quienes no.
En este sentido, sí, AMLO nos dividió.
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