José de la Paz Pérez
De manera burlona o como un simple meme, al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sus detractores le han llamado el “mesías”.
Seguramente no lo es, pero hay una similitud entre ambos personajes, uno de la religión y otro de la política, guardadas las proporciones desde luego, y dicho con mucho respeto.
A Jesús, llamado el Cristo, se le esperó durante muchísimos años –de acuerdo a la Biblia de las religiones cristianas que hoy existen- porque se decía que venía a salvarnos del pecado. Una vez que llegó, quienes anunciaron su llegada no lo reconocieron, y no sólo eso, el esperado Mesías terminó siendo repudiado por una parte de su pueblo.
Jesús hacía obras, demostraba un poder divino que nadie tenía, y aun así fue repudiado; finalmente, el odio que sus detractores tendieron en su derredor derivó en su muerte. Años después, quienes lo mataron se lamentaron haberlo hecho, y finalmente creyeron que él era, en efecto, el mesías al que esperaban. Repito, eso dicen, palabras más palabras menos, las escrituras.
En México, durante muchos años la gente pidió un presidente que predicara realmente con el ejemplo de la honestidad y la honradez, que erradicara la corrupción, el compadrazgo, el privilegio a los ricos, las oficinas públicas y servidores públicos soberbios.
Y cada vez llegaban al poder los mismos, no había esperanza, hubo un cambio de siglas en el año 2000 pero las cosas siguieron igual.
El clamor de un presidente al que le importaran los pobres siguió y, en 2018, arribó al poder Andrés Manuel López Obrador y comenzó su lucha contra la corrupción, la impunidad y todos esos cánceres sociales que los mexicanos hemos padecido por décadas.
Cada paso que da AMLO, haciendo lo que esperábamos que hiciera un presidente, es atacado: si lo hace, es malo; si no lo hace, es peor; ataca la corrupción, recibe críticas; hace justicia social al pueblo siempre olvidado, y es atacado.
Quien nada hace no se equivoca; nadie es perfecto, eso lo entendemos. Nadie dijo que el gobierno sería perfecto; primero porque AMLO no trabaja solo, y segundo porque hay resistencias, inercias, que se niegan al cambio de fondo.
Y en eso se parecen ambos personajes: Durante mucho tiempo los esperaron, y cuando llegaron, fueron incomprendidos y vilipendiados por aquellos a los que vinieron a servir.
Sé que la comparación será criticada por compañeros, amigos y no amigos, y ofrezco una disculpa a quien se sienta agredido, sobre todo en su religión.
El comentario, sólo lo hice al ver cómo se abusa del término Mesías para intentar ridiculizar a un presidente que, si no es perfecto, sí es lo más cercano a lo que los mexicanos esperábamos hacía muchísimos años.
Aún estamos a tiempo de participar en este cambio, en la construcción de un nuevo y mejor país, con menos corrupción, con menos robos de la clase política, con menos ciudadanos corrompidos, situación que nos ha manchado durante mucho tiempo, a todos.