*“Vender tu voto es como entregar las llaves de tu casa a un ladrón". Reflexión pública. *Quien me da dinero a cambio de mi voluntad me intenta convertir en un ser indigno, no intenta beneficiarme, sino robarme *“Vende caro tu amor”. Agustín Lara
José de la Paz Pérez
Para este 6 de junio veremos en escena a dos tipos de electores: los que votan movidos por una dádiva y los que lo hacen por convicción.
También estarán, pero no los veremos en acción, aquellos que no votan porque ya están hartos de los políticos, o bien, quienes no les importa quien gane, que dejan que los demás decidan. En fin, sus razones tendrán, pero no hay que olvidar que a veces “Los malos gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan”, como dijo George Jean Nathann.
Aquellos que sí irán a las urnas se supone que tuvieron ya contacto con algún político que les dijo que habría que llegar muy temprano para votar antes que lleguen los contras, y es válida la estrategia.
Lo que no es válido es ofrecer en promedio mil pesos -o más- por voto, comprar la voluntad o intentar hacerlo, porque entonces ni es libre ni es secreto.
¿Qué implica vender mi voto?
Para comenzar, quien me da dinero a cambio de mi voluntad me intenta convertir en un ser indigno, no intenta beneficiarme, sino robarme; me está tratando como a un tonto y como a un ignorante.
Quien pretende comprarme con míseros mil pesos cree que ignoro que al llegar al poder lo primero que va a hacer es recuperar su inversión y obtener una ganancia extra muy superior, y de lo que quede verá cómo divide entre hacer obras y acciones y obtener más ganancias junto a sus amigos y socios que le prestaron dinero para comprar conciencias.
Cuando escucho decir a alguien en la calle: “Es que tal partido al menos me dan algo por mi voto”, lo primero que se me viene a la mente es que ese sistema, que en 80 años hizo de México una fábrica de pobres que sólo esperan cada elección para obtener una dádiva, una limosna, sigue vivo, se niega a morir.
Mi reflexión es: Esos que quieren comprar tu voto te tienen donde quieren y como quieren: con la mano estirada, recibiendo ese dinero que no te durará un solo día y que ignoras que los siguientes tres o seis años te quedarás en el olvido oficial.
“No me pidas obras, ya te compré tu voto”, palabras más, palabras menos, ha sido la respuesta, ya anecdotaria, que circula en estos tiempos de proceso electoral para ilustrar qué es lo que logra quien vende su futuro por unos cuantos pesos.
EL VOTO RAZONADO
En el otro extremo, están quienes razonan su decisión, quienes votan por convicción, quienes aspiran legítimamente a un mejor país; quienes ejercen, en efecto, el voto libre.
Por supuesto que tenemos derecho a equivocarnos quienes votamos por quienes creemos que van hacer las cosas bien, pero al fin y al cabo fue nuestra decisión, ejercimos nuestra libertad y no permitimos que otros nos ninguneen.
Y hay una diferencia: quien vota influenciado por una limosna debería estar completamente seguro de que perjudicará a su municipio, su distrito, su estado o su país; quien lo hace por convicción tiene la posibilidad de acertar.
Además, cuando votas de acuerdo a tu propia convicción estás en paz contigo mismo, y la paz no la compras con mil pesos.
Por otro lado, los partidos políticos que compran votos son aquellos que no consiguen convencer lícitamente a los votantes de que pueden confiar en sus promesas electorales.
EN OTRAS PALABRAS...
En cada proceso electoral salen a la calle aquellos que tienen la encomienda de comprar tu voto, de humillarte, pero también quienes buscan hacerte reflexionar, ya sea de manera directa o a través de las redes sociales, en donde comparten frases como "¡Cuando usted vende el voto, vende el bienestar de sus hijos!”
“Cuando vendes tu voto, compras tu miseria. Piénsalo.” Sin duda refleja la cruda realidad en el sentido de que esos mil pesos –o menos, si el resto se lo queda el comisionado de entregarte la dádiva- te quitan el derecho a exigir que un gobernante cumpla con sus promesas de bienestar para su pueblo.
La constante de quien corrompe el proceso electoral es que no está dispuesto a cumplir al pueblo ni gobernar por el bien de las mayorías, sino de unos cuantos, como la frase que dice que “Quien compra votos vende ilusiones imposibles de lograr”.
Y las consecuencias están ahí: “Un pueblo que elige a corruptos no es víctima, es cómplice”; sin duda, lo anterior debería hacernos reflexionar antes de vender la dignidad pues “Los que compran votos atropellan la libertad política y generan violencia”.
Sin embargo, hay quienes le quieren “robar los huevos al águila” y te sugieren: “Vende tu voto y véndelo caro, pero no vendas tu dignidad”, es decir, “recibe el dinero, la dádiva, y vota por el que te dicte tu conciencia”.
En Guerrero y, quizá en otros estados, han sucedido casos en los que aquel que ostentosamente gastó millones de pesos para la compra del voto y que, incluso parecía que iba a ganar, perdió estrepitosamente. Es como la venganza del pueblo eternamente engañado y sometido.
“No vendas tu voto, no vendas tu libertad”, dijo alguna vez María Corina Machado, en tanto que Jean Jacques Rousseau dijo que “El derecho de voto es un derecho que nada ni nadie puede quitar a los ciudadanos.” Ni siquiera una limosna, agregaría.
Para terminar, hay que considerar que comerciar con tu voluntad además de inmoral es ilícito: “No olvides que la venta de votos es un delito que se castiga con la cárcel”.
Como pilón, la pregunta: Y tú… ¿de qué lado de la historia quieres estar?