José de la Paz Pérez
Hace tres años, Andrés Manuel López Obrador comenzó su periodo como presidente de México tras unas elecciones en las que arrasó a sus contrincantes, lo que le hacía llegar con altas expectativas para la población que, hay que recordar, votó por un nuevo gobierno, por un cambio de sistema.
¿Ha cumplido AMLO las expectativas de entonces?
La respuesta es un rotundo: ¡sí!
Seguramente una parte de los lectores no esté de acuerdo con mi particular visión, pero veamos:
Ludwig van Beethoven es considerado uno de los mejores músicos del mundo, pero no a todos les gusta; Octavio Paz, como escritor es excelente, pero no a todos gusta; el tango es un baile muy hermoso, pero no a todos agrada.
Hay muchos géneros musicales, como muchas maneras de vestir, como maneras de comer, de ejercitarse física o mentalmente, incluso espiritualmente; hay muchas religiones y cada quien jala para donde quiere, cada quien gusta viajar a lugares distintos, cada quien escoge su estilo y su forma de ver y vivir su vida.
Cada político tiene su manera particular de ver y vivir la política.
El pueblo –de arriba, abajo y en medio- tiene derecho a creer en quien quiera.
¿Por qué AMLO habría de caer bien a todos?
Por supuesto que el Presidente, a tres años de gobierno, y de iniciado su proyecto de Cuarta Transformación, tiene a una parte del país satisfecha y a otra parte no, es lo más natural del mundo.
Si hubiera ganado Meade (PRI) la elección de 2018, habría también una parte del país inconforme; igual ocurriría con Anaya, del PAN, aunque en este caso, además, no andaría huyendo de la justicia mexicana.
Pero ¿en qué porcentaje estaría la población en contra de los dos personajes mencionados anteriormente si hubieran llegado al poder?
Hay que recordar que López Obrador llegó a su tercer año de gobierno con 63 por ciento de aceptación popular, cifra demasiado alta para un gobernante que ha tenido que lidiar con una pandemia y que tiene a los medios de comunicación tradicionales (radio, TV y prensa escrita) en su contra, lo que antes bastaba para destrozar a cualquier político.
Para fortuna del Presidente, su fuerza moral es tan fuerte, que lo blinda de ataques desde todos los frentes inimaginables; ahorita lo atacan… y un segundo después, también. ¡Y ni un gallito le mueven!
¡Por supuesto que AMLO ha cumplido!
Libra por libra, Andrés Manuel es el mejor de las últimas décadas; y que se entienda cuando decimos “libra por libra”, porque es muy fácil sacar datos dudosos, rebuscados o cabos sueltos de un gobierno que no es perfecto, y nadie lo ha dicho que lo sea, para intentar descalificar en lo que ha sido en su conjunto, que es lo que realmente importa.
Tan sólo el tema de la corrupción, que no es asunto menor, tendría que tener a este gobierno como uno de los mejores que pasado por México.
No es fácil llegar a enfrentarse con un cáncer enquistado en todas las esferas, niveles y órdenes de gobierno; la corrupción no sólo era un delito permitido sino impulsado desde el mismísimo gobierno, era un estilo de gobernar y, con esta permisividad, se convirtió en un estilo de vida de los mexicanos.
Debería ser una vergüenza para quienes hoy dicen añorar los gobiernos pasados, porque seguramente se beneficiaron de esas prácticas que ahora, por fortuna, han aminorado significativamente por una razón obvia: ya no se promueve desde la cabeza, desde el Ejecutivo federal.
¿Entonces, ya se acabó la corrupción totalmente en México? Desde luego que no.
No es fácil acabar con una manera de pensar, con una cultura; porque eso era la corrupción, una cultura, mientras que la impunidad era la mano oficial que la financiaba y la fomentaba y que, al menos en este sexenio, ya no está ahí.
“El que no transa, no avanza”, “¿Cómo nos arreglamos?”, “Con dinero baila el perro”, “No importa que robe, pero que salpique”, “No quiero que me den, sino que me pongan donde hay”, “Un político pobre, es un pobre político”, “La moral es un árbol que da moras”, son algunas frases de la vergüenza heredadas de políticos del pasado y algunos aún en acción.
¿La economía ha mejorado? Por supuesto; ¿hay esperanzas de que el país mejore?, ahí está la confianza que la gente le sigue dando al Presidente.
Está claro que, haga lo que haga, López Obrador tendrá no sólo detractores, sino enemigos declarados; pero son los menos, eso lo sabe y por eso sigue apoyándose en ese pueblo que le llevó a dirigir este país, ese pueblo para el que seguirá trabajando hasta el último día de su mandato.
Eso es lo que enfurece a sus enemigos: que el presupuesto fuerte se lo lleve la gente pobre en programas sociales y no unos cuantos, como antes.
Son posturas que le critican porque le dicen que siempre repite lo mismo; claro, así como los ataques que recibe, son los mismos… y de los mismos personajes, perfectamente identificados.
AMLO tiene claro lo que va a hacer en el tramo que le queda, no es nada nuevo, no hay que ser pitonisa para advertirlo: echará el resto en favor de las clases más necesitadas, buscará sentar las bases de la Cuarta Transformación para que nunca más se ordene desde el centro saquear al país, asesinar a la oposición, secuestrar luchadores sociales o mirar a los pobres como gente de segunda.
La Cuarta Transformación está en marcha y se fortalecerá cuando comiencen a operar los gobiernos locales y los congresos electos el pasado 6 de junio de 2021.
No hay marcha atrás, ni debe haberla.
La 4T está más viva que nunca y es una conquista del pueblo de México.