Muchos dicen que los sueños, sueños son, pero yo digo que algo significan y habrá que buscarles ese significado.
Allá, cuando gozaba mi vida, arrullado por la holganza, tuve un sueño que se repetía con tal insistencia, pero que dejó de perseguirme cuando me sucedió un percance de lamentables consecuencias para mí. Les explico:
Soñaba que, andando en las alturas, alguien o algo me empujaba hacia el precipicio, al ir descendiendo, despertaba sobresaltado y mi sueño terminaba.
Y sucedió que, en día, al salir de clases de la enorme y majestuosa escuela primaria América, y pasando por el puente que me llevaba a mi barrio, se me ocurrió caminar por el barandal que apenas medía 2 o 3 pulgadas de diámetro. Habría que guardar el equilibrio para no caer. En un momento en que sentí que caería, solté mis útiles que llevaba en la mano izquierda y gracias a mi instinto de conservación, caí en piso firme, pero mis cosas cayeron al rio.
Pensando en la reprimenda que me haría mi señor padre, bajé al río, saqué mis cosas del agua y me puse a secar mis libros y cuadernos, hoja por hoja, tardándome mucho tiempo en hacerlo.
Al llegar a mi casa, ya serian como las 4 de la tarde; mi padre ya estaba ahí, ya había comido y sólo me estaba esperando. En medio de una letanía, que tuve que soportar en silencio, me dio unos cinturonazos que me dolieron hasta el alma. Mi padre, queriendo ser estricto, fue cruel conmigo.
¿Pero, saben qué pasó? El sueño que me agobiaba, dejó de existir; tenía que pasar algo significativo, para que dejara de martirizarme.
Otro sueño que me dejó honda huella en mi alma de niño, fue el siguiente:
Yo, al igual que muchas personas, abordábamos el tren de las 12, que iba con rumbo a la ciudad de México; pero, ya dentro, el tren se convertía en una enorme serpiente que nos engullía a todos. Este sueño duró mucho tiempo, al grado de que me daba miedo dormirme. Hubo ocasiones en que buscaba la manera de dormir con mi madre, que me cobijaba amorosamente entre sus brazos. ¡Oh mi madre adorada y nunca bien reconocida en sus afanes para conmigo! Fue hasta que viajé en tren a la ciudad de México, cuando el sueño desapareció de mi vida.
Amigos, si ustedes sueñan, de manera persistente, determinados sueños, no se alarme que ya todo pasará. Al fin que lo que tiene que pasar, pasa.