Se me antojó volver a ver la película mexicana titulada “Nosotros los pobres”, en la cual encontré algunos puntos que quiero comentarlos, siempre bajo mi más estricta responsabilidad.
Comienzo diciendo que la amistad más sincera y bullanguera, se da entre los humildes, quienes se hermanan en sus necesidades; que los ricos se acorazan en su poder económico y se enconchan en su falso orgullo; el dinero los hace ser prepotentes y odian la pobreza y a los pobres, a quienes humillan de manera inmisericorde.
La película en cuestión, contiene escenas emotivas, de entre ellas destaco las siguientes:
El cariño que existe entre El Pichi y La Chachita, obliga a ambos a desprenderse de lo que más quieren, en una época navideña: El Pichi, empeña su reloj, para comprarle una peineta a Chachita y esta, vende su linda cabellera, para comprar una leontina para el reloj del Pichi; esta escena, aunque es triste, provoca risa y todo termina de manera jocosa.
Pero la escena que a mí me pareció más llena de patetismo, fue cuando la señora rica, se humaniza y va en busca de su nieta, a buscar el cobijo de la gente humilde, pero capaz de dar amor y apoyo a quien más lo necesita.
Pero también digo y opino, desde mi particular punto de vista, que hay que analizar el origen de las riquezas; hay quienes luchan y, a base de su propio esfuerzo, logran formar su patrimonio de manera lícita y honesta.
Pero hay quienes amasan fortunas, apoyados en las malas artes, en la violencia y en negocios ilícitos; estos se vuelven crueles con sus hermanos de clase; se olvidan y hasta se avergüenzan de su origen; se desarraigan y se desfasan y, lo malo, es que pierden sus valores y hasta su propia identidad. Ah, pero lo peor del caso, es que los hijos de los corruptos, aparte de gozar del dinero mal habido, heredan el despotismo y la prepotencia de sus padres.
Como corolario de lo que comento, recomiendo realizar reflexiones tendientes a mejorar la actitud personal y ante lo propia sociedad, pensando en sanear las condiciones con miras al bienestar colectivo.
Y, aunque parezca utópico, sigo soñando y deseando la humanización de la, ya casi extinta, raza humana.