Aunque la gran mayoría diga que no debemos vivir de los recuerdos, a mí me encanta recordar mis vivencias, aunque estas hayan sido malas; al fin que lo bueno y lo malo forman parte de una vida normal.
Y ¿saben por qué añoro y evoco mi vida pasada? Simple y sencillamente, porque la amalgama de todo lo sucedido, lo he tomado por el lado amable, como dijera El Chavo del Ocho.
Lo bueno de mis vivencias pasadas, me hicieron feliz; pero lo malo que me sucedió, en su momento, me sirvió de crisol y como acicate para rebelarme contra la injusticia y obligarme a buscar un mejor modo de vida y ese modo lo encontré en el estudio.
Y si yo les contara que, en mi infancia, yo no comulgaba con la escuela, porque me gustaba divertirme en los juegos que se daban en mi hermoso barrio de Los Cuartos; pero esa es otra historia que en su momento se las contaré a detalle.
Por ahora me concretaré a contarles algunos de mis bellos recuerdos infantiles.
Uno de ellos lo tuve cuando me quemé los pies. Dirán porque eso para mí fue bello y les diré que tuve la dicha de galopar sobre la espalda de mi padre, cuando este me llevaba a la curación; hacía de cuenta que era mi caballito y mi señor padre, tan refunfuñón y hosco, me lo permitía y hasta alcanzaba a seguirme el juego, trotando como si fuera un caballo de verdad.
Otro bello recuerdo lo tuve cuano conocí a un mendigo, al que todos le llamaban Pancho Loco. En una ocasión que le gritábamos los niños del barrio, mi madre me reprendió y me dijo que ese mendigo era un profesor, al que habían retirado por culpa del vicio en que cayó por culpa de una decepción amorosa; pero como eso es harina de otro costal.
Otro bello recuerdo infantil, fue la amistad que me unió a Benito Villanueva, un condiscípulo de la primaria; ¿porqué fue bello este recuerdo? Ah, porque durante tres años y medio, no la pasamos riñendo de palabra, porque nació una antipatía mutua entre ambos. Cuando cursábamos el cuerto año, un día llegó Benito y me retó a los golpes y yo acepté el reto; pero los pormenores de esto, se los cuento otro día.
Sobre los malos momentos vividos, les platico de la vez que unos empresarios de la madera, abusaron de nuestra necesidad; les trabajamos dos jornadas muy pesadas y nos pagaron una cantidad irrisoria. Pero eso fue una gran lección para mi vida, la que me impelió a estudiar.
Y si les contara sobre la serie de albures que me he tenido que jugar a lo largo de mi vida, para seguir adelante. Sólo les adelanto que esos albures siempre los he ganado.
Pero ahi será para la otra, porque ahora se me acabó el seso. 1Hasta MOXCLA!