Por José de la Paz Pérez
En diciembre de 2004, Marcelo Ebrard era secretario de
Seguridad Pública del entonces Distrito Federal –hoy Ciudad de México- y fue destituido
por el entonces presidente de México, el panista Vicente Fox Quezada.
Aunque el Distrito Federal ya era una entidad federativa
independiente y soberana (antes era simplemente un Departamento y era
administrado por un Regente) había un resquicio legal que permitía aún al gobierno
federal destituir a funcionarios locales.
¿Y quién era el jefe de Gobierno y qué hizo respecto a la
humillación hecha a Marcelo?
EL mismísimo Andrés Manuel López Obrador era el jefe
inmediato de aquel al que conocieron por mucho tiempo como su “carnal Marcelo”
por la amistad, confianza y protección que siempre le brindó al joven político.
Por eso, y en respuesta a la intromisión del presidente Fox,
López Obrador nombró a Marcelo, en 2005, Secretario de Desarrollo Social de su
gobierno, lo que le generó críticas por manifestar, decían, su predilección
para quien a la postre sería su sucesor, ya que enseguida fue electo Jefe de
Gobierno del Distrito Federal, cargo que desarrolló del 5 de diciembre de 2006
al 4 de diciembre de 2012.
A López Obrador no le importó recibir críticas por su
respaldo a Marcelo, y Marcelo no se quejó de haber sido impuesto. Hoy, el mismo
personaje hace berrinches porque no fue impuesto, porque AMLO no metió las
manos por él, y acusa predilección por Claudia Sheinbaum porque hoy no fue él
el beneficiario.
Hoy Marcelo hace berrinches porque él prometió a sus
seguidores que sería el ungido, y no sabe cómo cumplir compromisos hechos; hoy
amenaza con salirse de Morena, el partido que le ha dado tanto; primero dijo
que el lunes 11 de septiembre decidiría su futuro político y ahora condiciona
su salida a la reposición del proceso en el cual no fue favorecido.
Está claro que Marcelo está jugando a medir fuerzas; quiere
vender caro su amor, como en la canción de Agustín Lara, para hacer menos
escabrosa su derrota.
No sé si lo tenga claro, pero muchos de sus seguidores en
Morena son eso: seguidores de Morena que, una vez que él se declare fuera de
este partido, su número irá disminuyendo porque la intención de morenistas es
continuar con la Cuarta Transformación.
Y a Marcelo le quedan tres caminos:
1) La candidatura independiente, que sería un suicidio
político porque además no tiene tiempo suficiente para generar un escenario que
le garantice el triunfo, y porque ya sabemos en qué terminan estas aventuras.
2) Ser en candidato de Movimiento Ciudadano, cuyos
dirigentes saben que no ganarán y eso no les importa, sino convertirse en
segunda fuerza electoral, es decir, ser utilizado.
3) Quedarse en Morena, convertirse en senador y coordinador
de la Bancada de su partido y… eventualmente, en el próximo candidato
presidencial.
¿En cual otro escenario ganaría más si no es en Morena? No
lo hay a la vista.
Lo que sí hay en el ex secretario de Relaciones Exteriores
es una gravísima Mala Memoria, con M de Marcelo.