La trampa de la comparación en el crecimiento personal


José de la Paz Pérez

Es común que en ciertos momentos de la vida nos encontremos en situaciones donde nos sentimos en desventaja frente a los demás, especialmente en áreas en las que somos principiantes. 

El sentimiento de inferioridad puede ser abrumador, sobre todo cuando nos comparamos con personas que parecen dominar la disciplina que apenas empezamos a conocer. Sin embargo, este tipo de comparación no sólo es injusto con nosotros mismos, sino que también puede desviar nuestra atención de lo más importante: el crecimiento personal.

Imaginemos la siguiente situación: Eres un escritor, capaz de plasmar tus ideas con soltura y creatividad, pero un día decides inscribirte por primera vez en un gimnasio. Al llegar, te encuentras rodeado de personas con cuerpos perfectamente esculpidos, expertos en rutinas de ejercicio y con un conocimiento profundo sobre el funcionamiento de su cuerpo. De inmediato surge la tentación de compararte. 

Ellos parecen estar en una categoría completamente diferente, y el sentimiento de estar rezagado se hace presente. Pero aquí es donde debemos detenernos y reflexionar: ¿Por qué debería esta situación hacernos sentir menos?

Es importante recordar que todos tenemos fortalezas únicas, áreas en las que destacamos, así como otras en las que somos principiantes. 

El hecho de que esas personas te superen en el gimnasio no tiene ninguna relación con tu valor como individuo. Ellos simplemente han dedicado más tiempo y esfuerzo a esa área específica, y lo mismo ocurre en otros aspectos de la vida. ¿Te sientes menos porque ellos son más fuertes? No deberías. Porque tú, en tu propio terreno, en el mundo de la escritura, probablemente poseas habilidades que ellos no tienen. 

Y aquí radica una verdad fundamental: todos somos superiores en algo y, al mismo tiempo, inferiores en otras cosas.

La clave está en reconocer que el objetivo no es competir con los demás, sino con nosotros mismos. 

No vas al gimnasio para ser el mejor o superar a los demás, sino para mejorar tu salud, tu resistencia y tu fuerza personal. Lo que los otros hagan o logren no tiene ninguna incidencia en tu propio progreso. Al igual que ellos, tú estás allí por ti mismo, por tus propias razones y metas. 

En el mismo sentido, cuando ellos se enfrentan a una hoja en blanco, probablemente no sientan la misma comodidad o habilidad que tú como escritor. Y eso no significa que uno sea mejor que el otro, sino que cada uno destaca en su propio campo.

Aceptar esta diversidad de talentos y habilidades es liberador. Nos permite respetar el proceso de aprendizaje sin la presión de ser los mejores desde el primer momento. 

Todos comenzamos siendo principiantes en alguna etapa de la vida, y lo importante no es compararnos con los demás, sino aprender y avanzar a nuestro propio ritmo. 

La competencia con los demás puede generar frustración y desánimo, pero la competencia con nosotros mismos es el verdadero motor del crecimiento. Si cada día damos un paso más hacia la mejor versión de nosotros mismos, estamos cumpliendo con el objetivo más importante.

Además, es fundamental comprender que no todos valoran lo mismo ni buscan destacar en los mismos campos. Mientras tú te esfuerzas por mejorar en el gimnasio, quizá otros no le den la misma importancia porque sus intereses y talentos se encuentran en otras áreas. Y eso está bien. 

No todos debemos ser expertos en todo, ni es necesario que lo seamos. La verdadera riqueza está en la diversidad de habilidades y en el respeto mutuo por los caminos que cada uno elige recorrer.

En conclusión, la próxima vez que te encuentres en una situación en la que pareces estar en desventaja, recuerda que no se trata de compararte con los demás. 

Cada persona tiene su propio ritmo, su propia historia y su propio conjunto de habilidades. 

Lo que realmente importa es tu propio progreso, tu propia evolución y el hecho de que, al final del día, la única competencia relevante es contigo mismo. 

Mejora por ti y para ti, sin preocuparte por lo que los demás hagan o dejen de hacer. Porque en el fondo, todos tenemos algo en lo que brillamos, y cada quien destaca en lo que hace.

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