*La llegada de Claudia Sheinbaum: Un nuevo horizonte tras dos siglos de vida independiente y 74 presidentes hombres
José de la Paz Pérez
Ciudad de México, 1° de octubre de 2024.- Hoy los mexicanos presenciamos historia pura, historia trascendente: México tiene en Claudia Sheinbaum Pardo a la primera mujer presidenta después de más de 200 años, después de 74 hombres en el máximo cargo público, incluyendo los electos y los interinos.
Y también fue una mujer, Ifigenia Martínez Hernández, fundadora de la izquierda mexicana y hoy presidenta de la Cámara de Diputados, la que colocó la banda presidencial a la jefa del Ejecutivo Federal.
Justicia pura para esas mujeres anónimas, esas a las que durante décadas no se les permitió votar, mucho menos ser votadas.
También es un homenaje para esas mujeres que lucharon en la Independencia de México, como Josefa Ortiz y Leona Vicario, y en la Revolución Mexicana, como Valentina Ramírez Avitia, Margarita Neri y Adela Velarde Pérez, entre muchas más.
México hoy se enfrenta a un cambio significativo. El ascenso de una mujer a la presidencia marca un hito histórico que trasciende la política de género: es un reflejo de las transformaciones sociales profundas y el reconocimiento del papel crucial que las mujeres desempeñan en todos los ámbitos de la sociedad mexicana.
Y ahí estaba Andrés Manuel López Obrador, el hombre que hizo posible un cambio de régimen, el hombre que con una política humanista deja beneficios a los más pobres, y retira privilegios excesivos a quienes abusaban de su posición. Y ahí estaban los vítores: “!Es un honor estar con Obrador!”
Y ahí estaba, en la sede del Congreso de la Unión, Claudia Sheinbaum, ya con la banda presidencial y después de haber rendido protesta, agradeciendo a AMLO haber construido el primer piso de la Cuarta Transformación de la vida pública de México, y manifestándose preparada para construir el segundo piso.
Un discurso emotivo que duró unos 50 minutos, enmarcó su ascenso al poder y sirvió para dar a conocer su línea como gobernante, no ajena al de López Obrador, pero imprimiendo su propio sello, como esperan los mexicanos.
Un cambio simbólico y tangible
La elección de una mujer como presidenta no es sólo un triunfo personal o individual, sino un símbolo de la lucha constante por la igualdad de género que ha caracterizado las últimas décadas en México y en el mundo.
Si bien el país ha experimentado avances en términos de derechos de las mujeres, la brecha en la representación política y en el ejercicio del poder real había sido evidente por décadas; hoy vemos a mujeres en todos los órdenes de gobierno, y dominando en número en legislaturas locales y federal.
La llegada de una mujer a la presidencia termina de romper un techo de cristal que parecía inquebrantable, y abre la puerta a un debate más profundo sobre la equidad y el papel de las mujeres en la toma de decisiones a nivel nacional.
Para muchas mujeres mexicanas, este momento no es solo una victoria, sino un punto de inflexión que legitima sus aspiraciones y refuerza su lucha diaria por ser vistas y escuchadas en los espacios de poder.
La representación importa, y ver a una mujer en la oficina pública más alta del país reconfigura las expectativas, no sólo de las mujeres, sino también de los hombres, sobre lo que es posible y deseable en una sociedad que todavía enfrenta altos niveles de desigualdad de género, violencia feminicida y discriminación estructural.
Continuar con la Cuarta Transformación
El camino hacia la presidencia de una mujer también está marcado por el contexto político en el que sucede. La era de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su proyecto de la Cuarta Transformación ha dejado un legado complejo. AMLO ha sido una figura divisoria que, con sus políticas progresistas y su énfasis en combatir la corrupción y la pobreza, ha movilizado a vastos sectores del país.
Sin embargo, su mandato también ha enfrentado críticas por la falta de resultados tangibles en ciertos aspectos clave, como la seguridad y la violencia generalizada.
La próxima presidenta no sólo enfrentará la responsabilidad de liderar a México en una era post-AMLO, sino que también deberá enfrentar los desafíos de consolidar y profundizar la Cuarta Transformación. Mientras que AMLO dio el primer paso para reestructurar las instituciones y abordar los problemas endémicos de México, su sucesora deberá lidiar con las expectativas de un electorado que exige resultados más rápidos y efectivos.
La lucha contra la pobreza, la corrupción y la desigualdad sigue siendo una prioridad, pero ahora se suma el reto de manejar los cambios económicos globales, la transición energética y las relaciones internacionales en un mundo cada vez más interconectado.
Además, la futura presidenta deberá equilibrar la continuidad del proyecto de AMLO con su propio estilo de gobierno. No será suficiente replicar las políticas de su predecesor; necesitará imprimir su propio sello en el liderazgo del país y responder a las nuevas demandas de la población, que espera un gobierno más inclusivo y transparente.
Claudia comienza hoy a escribir su propia historia.